Casillas supera un infarto agudo de miocardio¡¡
Casillas supera un infarto agudo de miocardio¡¡
El portero sintió un fuerte dolor en el pecho durante el entrenamiento. El Oporto emitió un comunicado informando que Iker Casillas está estable "y con el problema cardiaco resuelto".
Iker Casillas (37 años) fue ingresado de urgencia en el Hospital CUF Porto tras sufrir un infarto agudo de miocardio durante el entrenamiento de este miércoles, en el Centro de Entrenamiento y Formación Deportiva PortoGaia, en Olival. Así lo confirmó el Oporto en un comunicado, que emitió a las 17:00 horas. En él informó que el portero "está bien, estable y con el problema cardiaco resuelto".Según pudo saber As de fuentes del vestuario, Casillas sufrió un fuerte dolor en el pecho mientras realizaba trabajos específicos de portería con los otros guardametas. Le sacaron en camilla y fue examinado por el médico del equipo portugués, que decidió su ingreso inmediato. En estos momentos se encuentra en la UVI.
Según TVI24, que cita a fuentes médicas, el portero español fue sometido a un cateterismo. Este mismo medio aclara que se le colocó un stent, que es un tubo perforado que se coloca en un vaso sanguíneo o arteria que se haya cerrado u obstruido para reabrirlo y que, después, se mantenga abierto. TVI24 aclara que está consciente y fuera de peligro. Casillas no volverá a jugar lo que queda de temporada.
El pasado 20 de marzo, Iker Casillas renovó con el Oporto hasta 2021. "Apostar por alguien de casi 38 años no es fácil, pero desde el primer momento me ha dado la confianza. Mi renovación es importante porque supone seguir vinculado al club, la ciudad y el país", declaró aquel día el guardameta. "Estoy seguro de que no será su último contrato", manifestó el presidente Pinto da Costa.
El exportero del Real Madrid, que estaba completando una gran temporada llegando a jugar los cuartos dela Champions, cumple con esta su cuarta temporada en el conjunto portugués, donde llegó en verano de 2015 procedente del Real Madrid. Ha defendido la portería de los dragones en 156 partidos y ha sumado a su extenso palmarés con el Real Madrid y la Selección, la conquista de una Liga portuguesa (2017-2018) y dos Supercopas de Portugal (2018 y 2019).
Casillas dice adiós al resto de temporada con la esperanza de que su equipo sea capaz de remontar en la liga portuguesa (el Oporto es segundo, con dos puntos menos que el líder, el Benfica) y conquistar la Copa de Portugal en la final que jugarán frente al Sporting.
Vértigo en el Camp Nou
Barcelona y Liverpool acaparan los focos en una semifinal apasionante que alzará esta noche el telón en el Camp Nou (21:00 horas, Movistar Liga de Campeones)entre los dos grandes favoritos a ganar esta competición en un duelo de estilos total y apasionante (sigue el partido en directo en As.com).
Por un lado, el Barcelona que pretende mantener el control del juego y que tiene al Messi más descansado de las últimas tres temporadas. El argentino se ha tomado esta competición como algo absolutamente personal. Por el otro, el Liverpool de Jurgen Klopp, subcampeón europeo claramente mejorado respecto al equipo que perdió la final contra el Real Madrid gracias a las incorporaciones de Alisson y Van Dijk. El vértigo hecho fútbol. Un equipo agresivo que desde el inicio de la competición se adivinaba como la horma del zapato barcelonista.
Ambos conjuntos llevan desde septiembre mirándose de reojo e intentando evitarse en los sorteos. Sobre el papel, cada equipo se vislumbra como la kriptonita del oponente.
Desde el Barcelona tienen muy claro que lo hecho hasta el momento no bastará para llegar a la deseada final del Wanda. Lo dijo Suárez, exjugador del Liverpool y uno de los que sabe a la perfección a lo que se enfrenta el conjunto blaugrana: "Para eliminar al Liverpool tendremos que hacer los dos mejores partidos del año".
El aspecto escénico también jugará un papel importante en la eliminatoria. Esto va a ser largo y nadie da un penique a la opción que esta semifinal quede vista para sentencia pronto. El temible Anfield, es el que acabará de dictar la sentencia. Por eso el Barcelona debe de jugar muy bien sus cartas en el partido de ida.
El Camp Nou lleva 31 partidos invicto en Champions. Hoy se cumplen tres años de la última derrota culé en su casa en partido de la máxima competición europea. Fue ante el Bayern, pero entonces no estaba Messi.
Ruge el campeón: los Warriors devoran otra vez a los Rockets
La defensa y la aportación de Green e Iguodala, clave para lo que ya es un 2-0 que pone al límite a los Rockets. El tercero, el sábado en Houston.
Han sido seis días muy buenos para el campeón: el pasado miércoles, y ya parece que fue hace un siglo, los Warriors fueron incapaces de noquear a los Clippers en el Oracle y se vieron con un 3-2 que volvía a cuestionar su hambre y su unidad (los temas recurrentes de su temporada 2018-19) mientras los Rockets, felices y frescos tras ventilar a los Jazz, llegaban a la Bahía asegurando en cuanto tenían ocasión (dio la sensación que hasta cuando bajaban a comprar el pan) que este año se sentían perfectamente capacitados, todavía más que en los últimos playoffs, para dejar de ser la presa y convertirse, definitivamente, en el cazador. Ese es el mantra de este megaproyecto ideado por Daryl Morey. Aunque ganaran el sexto en L.A., los Warriors iban a tener apenas 36 horas antes de abrir la semifinal de Conferencia más esperada de la historia (seguramente) y, después, solo otros dos días antes del segundo partido. Los Rockets solo tenían que robar un triunfo para, con tres días completos de descanso después, preparar el aquelarre definitivo en Houston. Para colmo, los Warriors sí se llevaron el sexto en pista de los molestos Clippers pero volvieron a Oakland con el tobillo de Stephen Curry tocado y el de Klay Thompson, casi hundido.
Este mínimo ejercicio de perspectiva explica, creo, hasta qué punto han sido buenosestos seis días para los Warriors: tres victorias, una para ventilar la primera ronda y dos, con un peso infinito, para irse 2-0 a Texas. Han sorteado los problemas de tobillo de Klay, de faltas y chispa de Curry, de profundidad en su rotación... Han demostrado que siguen teniendo ganas, aunque esta sea como parece la última cabalgada con Durant, y que siguen siendo capaces de ponerse a defender (¿se acuerda alguien del esperpento de aquel quinto contra los Clippers?) y ganar desde ahí los partidos. Han disparado su autoestima mientras los Rockets magullaban la suya, enzarzados en una muy planificada, pero delicada, guerra sucia para tratar de incidir en el arbitraje (algo que ya estaba inventado pero a lo que Morey, como a todo, ha añadido analytics) y dejando escapar dos oportunidades de oro contra el campeón y favorito, un equipo que ahora tendrá tres días enteros de descanso y dos partidos en Houston para sumar un triunfo que les ponga definitivamente en control absoluto de la situación. Los Warriors llevan 20 eliminatorias de playoffs seguidas ganando al menos un partido a domicilio. Y han ganado los últimos cuatro en eliminatorias a los Rockets, desde que estos se pusieron 2-3 en la última final del Oeste, aquella de la que ahora se discute cuántos puntos costó cada falta personal, cada bloqueo mal señalado, cada agarrón en la lucha por un rebote que no se vio, cada y cada y cada...
Los Warriors ganan en la guerra de mínimos
Los Rockets sabían que iban a la guerra total, a uno de los mayores retos al que jamás se ha enfrentado cualquier equipo, al conflicto por tierra, mar y aire. En la pista, en los micrófonos y en los despachos. Su (bendita) obsesión por no rendirse ante estos Warriors les llevó pletóricos al domingo, después de un año muy complicado, pero les deja muy tocados el miércoles. No han perdido nada, no si ahora defienden su pista. Pero necesitan un, como mínimo, 4-1 en cinco partidos contra los Warriors. Necesitan que todo les salga bien ya casi cada noche. Han perdido cualquier margen de error, si es que tenían alguno, y disuelto cualquier impulso emocional que pudiera haberles acercado a la pole position (o al debate sobre ella) antes del inicio de la eliminatoria. Están contra las cuerdas, en la situación más crítica posible: 2-0 contra un campeón que siempre gana a domicilio. Pero, es lo que les queda por delante, ya han perdido. Y ahora solo pueden asomar, remontar, salvar el sábado el tercer partido (jaque mate de lo contrario) y empezar con las cábalas: y si ganamos el cuarto y..., y si llegamos al quinto y... Ya no les sostiene la lógica, pero tal vez la clave sea precisamente esa, que su cruzada nunca ha sido una cuestión de lógica.
Los Warriors se han pasado dos partidos llevando a los Rockets detrás, con la lengua fuera. No han sido excepcionalmente superiores pero han sido superiores. No han cerrado los partidos antes de los últimos minutos pero han jugado mejor los ataques decisivos. Han demostrado que pueden perder contra la mejor versión de los Rockets, es obvio, pero que siguen teniendo más recursos en las trincheras, más carbón en la sala de máquinas de la eliminatoria. Cuando desaparece el brillo de la Regular Season y las defensas llevan el duelo a mínimos, el suyo sigue siendo más sostenible, más válido en guerras a siete partidos. Todavía no han domado a un rival que no para de soltar dentelladas, pero llevan sin ningún vértigo a un tercer partido en el que pueden aplastar definitivamente a los Rockets y aterrorizar, como cada año por estas fechas, a toda la NBA. Veremos, pero insisto: la última semana ha demostrado que el hambre y la unión, aunque se están agotando, siguen ahí. Y aunque ahora juegan de otra manera, con Kevin Durant como centro del universo, los triunfos se apilan por algunos de esos factores clave que explican por qué son uno de los mejores equipos de la historia, tal vez el mejor: la defensa, la circulación inteligente, Draymond Green, Andre Iguodala...
Después de dos días de hablar de los árbitros, estos no pesaron demasiado en el segundo partido, y fue desde luego un alivio. Los Warriors arrancaron a toda velocidad, con una defensa excepcional, y abrieron una zanja (17-8, minuto 6) que ya nunca se cerró. Después vinieron los sustos: Curry se fue al vestuario con un dedo dislocado, James Harden hizo lo propio con sangre en un ojo tras un golpe en la lucha por un rebote. Fueron solo dos sobresaltos, dos recordatorios de que en los playoffs todo puede cambiar en cualquier jugada y conviene coger siempre, sea mucho o poco, lo que el destino te ponga a tiro. Desde esa ventaja inicial, los Warriors amagaron varias veces con romper pero nunca lo hicieron, y los Rockets reaccionaron cada vez que parecían a punto de desfondarse, casi siempre a base de triples. Esa dinámica concentró el desenlace en un último capítulo en el que se pasó de un 82-67 casi al final del tercer cuarto a un 93-90 a poco más de seis minutos del final.Ahí, sin cinturón de seguridad, los Warriors escaparon (parcial de 9-0) con buenas defensas, un triple de Curry, puntos de Durant y mates que cerraban ataques inteligentes. Otra vez, como el domingo: no fueron muchísimo mejores pero fueron mejores. En unas cuantas cosas, más de lo que dicen los marcadores finales. A partir del sábado sabremos si eso es un motivo para la esperanza o la maldición definitiva para los Rockets: ¿están muy cerca a pesar del 2-0 o están lejísimo a pesar de apañárselas siempre para llegar vivos al final?
Kevin Durant acabó con 29 puntos, 9 en el último cuarto. James Harden con 29, 13 en ese parcial definitivo y, en total, cuatro asistencias por seis pérdidas. Los dos promedian en estos dos partidos 32 puntos con 23.5 tios y 5 rebotes. En un momento excelso del primero y con todos los problemas que los Warriors le están dando al segundo, la gran diferencia no está por ahora ahí. Esta vez los Rockets lanzaron un tiro libre más y metieron seis triples más con mejor porcentaje (un 12% mejor para 18 puntos de ventaja en esa estadística). Aguantaron en el partido durante la ausencia de Harden entre el primer y el segundo cuarto, se sobrepusieron a cada sprint local y hubo momentos productivos de Tucker, Gordon y Rivers. Pero acabaron con las mismas pérdidas (17) que asistencias, la mitad de robos (10-5 Warriors), menos de la mitad de tapones (5-2) y ocho rebotes de ataques menos (18-10) que, junto a las decisivas pérdidas, dieron 14 tiros más a los Warriors. Capela no encuentra forma de ser productivo, sometido por un enorme trabajo de Draymond Green, y D'Antoni tiene que ir más de lo que le gustaría a quintetos pequeños para felicidad de su rival; Los triples entraron a un ritmo excelente... pero se salieron (dos fallos seguidos con el 93-90) en el peor momento, Harden suma pero sufre mucho...
Green, Iguodala, Livingston... los Warriors
Klay Thompson acabo con 21 puntos y un 3/9 en triples. Curry, otra vez con problemas de faltas, con 20 y un 3/13, otra vez lejos de su versión óptima y con el balón casi siempre en manos de Durant. Pero los Warriors saben moverse en este formato agónico, recuperando cuando más falta ha hecho viejos valores, con un Green tremendo (15+12+7) y un Iguodala quirúrgico (16+5+4), los dos descomunales en defensa. Hasta (otro clásico) con seis puntos seguidos en un momento clave de Livingston para sostener a la segunda unidad... El edificio sigue en pie, los cimientos fuertes. El campeón, y hace una semana era legítimo dudar, sigue ahí. Los Rockets no se van a rendir, pero llegaron a la Bahía de caza y salen trasquilados, más cerca que nunca del abismo. Desde ahí reaccionaron en Regular Season, cuando la temporada amenazaba ruina, así que quizá tengan que verse ahí, en lo ilógico, para que empiecen a pasar cosas que les impulsen. Porque parece que en la lógica, en la guerra de mínimos que suele ser cualquier gran eliminatoria de playoffs, los mejores siguen siendo los Warriors. Ahora, a Houston y el sábado, queda un mundo, resurrección o golpe de gracia. No es lo que querían los Rockets ni la apuesta de muchos (analistas y aficionados), pero es lo que hay. Warriors mediante.
Budenholzer ajustó su rotación y cambió su defensa. Los Celtics no tuvieron respuestas. Parcial espectacular de 28-2 en la segunda parte.
Todo el mundo a Boston, donde la noche del viernes al sábado según el horario español (02:00), Bucks y Celtics retoman una semifinal del Este que se va a poner tremenda en el Garden. Se va 1-1 (los deberers hechos por lo de Stevens, en todo caso) y con un marcador total de 213-214. Y ya un buen giro para acabar, en todo caso, en una igualdad casi total, primero un +22 para los Celtics, después un +21 para los Bucks. Los dos equipos han tenido un partido en el que han parecido muy superiores y otro en el que han parecido absolutamente abandonados a su suerte. Veremos cómo se estabilizan las cosas aunque durante dos noches el juez será el Garden, y eso es algo que en todo caso habrían firmado los Celtics antes de iniciar la serie, desde luego.
Budenholzer y los Bucks hicieron en público antes de este segundo choque un tozudo ejercicio de insistencia en su método y en su estilo. Era más una necesaria red de seguridad que otra cosa: no se tira abajo un plan que ha ganado 60 partidos por una mala noche. Pero sí ajustaron y cambiaron a tiempo el paso para quitarle la inercia a unos Celtics que mandaban después del primer cuarto (25-30) a pesar de un 0/6 de Kyrie Irving, que acabó con 9 puntos, un 4/18 y el segundo partido de playoffs de su carrera con menos de 10 (en el primero, en 2015, solo jugó 12 minutos). Al base, como a todo su equipo, les sorprendió la recomposición de una defensa de los Bucks mucho más agresiva, a la yugular, pensada para ajustar y cambiar mucho más, producir puntos en transición y frenar la gozosa circulación de los Celtics, que habían tirado cuándo y desde donde habían querido en el primer partido. Abocados a menos pases y más jugadas en uno contra uno, no reaccionaron (le toca mover a Stevens) y empezaron, en cortocircuito, a fallar y fallar tiros. No solo Kyrie: 2/10 Tatum, 1/5 Hayward...
Budenholzer también cambió su quinteto, con Mirotic por Brown. En sus palabras, quería del español de origen montenegrino "físico y amenaza exterior". Y aunque Mirotic falló sus primeros triples e hizo dos faltas rápidas (acabó con 9 puntos y 9 rebotes), la reconfiguración de los espacios fue buena para un equipo que despertó definitivamente en el tercer cuarto: de 74-71 a falta de siete minutos a un 98-73 final, parcial de 24-2 (1/12 y 6 pérdidas de los Celtics en ese tramo) que llegó a 28-2 tras un minuto del último: 102-73 y partido finiquitado después del trance que despertó definitivamente a los mejores Bucks: seguros, dominantes, físicos y disparados en ataque (20 triples). Middleton sostuvo al equipo cuando duraban las dudas del domingo y acabó con 28 puntos, 7 rebotes y un 10/18 en tiros (7/10 en triples: espectacular). Después irrumpieron Giannis Antetokounmpo (29 puntos, 10 rebotes, 4 asistencias) y Eric Bledsoe (21 puntos, 5 asistencias), otro que necesitaba un paso por el diván del psicoanalista tras el primer partido... y la serie de 2018. Los Bucks, de pronto y después de un planteamiento muy inteligente de Budenholzer, fueron otra vez los Bucks.
Y, con los Bucks, volvió una serie a la que la superioridad (técnica, táctica, casi hasta moral) de los Celtics en el primer partido había dejado suspendida de un enorme interrogante. No, los Bucks no se van a rendir. Y ahora tienen que pasar, para legitimar definitivamente su excelente temporada, una de las pruebas más temibles de la historia de los playoffs NBA: el mítico Garden de Boston. Allí nos vamos con 1-1, el saque en poder de los Celtics, los Bucks con la confianza otra vez intacta y todo por decidir. Mejor, imposible.
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